¿cuando copio y cuándo soy original?

en esta vorágine de encontrar la propia expresión, de encontrar lo que uno sabe, puede y desea hacer para sí mismo y para los demás, la mayoría de personas se encuentra de frente con la barrera de su inseguridad

¿es mi creación lo suficientemente completa, relevante y atractiva? ¿qué cosas me faltan para que los demás se fijen en mí? ¿quizás debería echar un vistazo a la competencia? ¿y si en realidad creo saber algo de lo que no tengo ni idea?

el llamado síndrome del impostor aflora desde el discurso más inconsciente, y sólo para detener una creatividad que, en esencia, es incompatible con cualquier juicio

para dar lo mejor a los demás no tenemos que prestar atención a las innumerables diversificaciones de la forma, a toda esa gente haciendo cosas en la misma onda que la nuestra, sino centrarnos en el origen, en la no-forma; no se trata de investigar cómo lo hacen los demás sino atender al propio centro, a la intuición, a la lectura que brota de la simple ilusión de sentir atracción por algo y, entonces, comunicarlo

la fuente primigenia, reflejada en ocho mil millones de frecuencias a lo largo y ancho del planeta tiene un único origen, una única lectura, pero una manifestación vital, implícita en cada ser humano por el simple hecho de existir 

los creativos solemos tener mucho miedo al valor añadido, a la idea hecha negocio, el equipo de trabajo y los resultados, pero la verdad tiene innumerables formas, todas ellas aristas de una misma intención, y sólo cuando prestamos atención a la intención que hay en la base, el resultado adquiere todo su poder

decía dalí que «si alguien copia a alguien, le sale una tontería; si dalí copia a alguien, le sale un dalí«; confiar en la propia forma de hacer las cosas requiere no tanto saber qué hacer, que puede ser cualquier otra cosa que alguien haya hecho, sino hacerlo tal y como salga, sin referencias

hechas están prácticamente todas las cosas; películas y fábulas, todas están ya contadas. el verdadero milagro, por tanto, el del ser existiendo en su propia creación, requiere no tanto de saber qué contar sino de cómo contarlo, y para ello el propio genio, la visión individual, sin comparativas, es el canal definitivo para que cada árbol dé los frutos para los que está diseñado

mucha fuerza ✨

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