en una sociedad de consumo, las personas se convierten en consumibles
su tiempo, su energía y su físico se transforman en objetos de usar y tirar
el gran sueño kármico de este planeta se fundamenta en una gran masa crítica de etiquetas, de conceptos, con los que millones de personas se identifican a diario, impidiéndoles despertar
la necesidad de aprobación, de pertenencia a la tribu, se potencia con el consumo: ropa, peinados, maquillaje, perfumes, todo eso construye una máscara, una falsa identidad, por lo general enigmática y seria, muy propia de un corazón cerrado que abre sus puertas sexuales al primero que toca el timbre
poco a poco, la persona sin esencia, sin amor propio ni autoconocimiento, se identifica con la máscara que ha creado, adorando los objetos que hacen esa máscara más poderosa y deseable
lo peor de todo es su ignorancia: no comprende lo fácil que es detectar su actitud fingida, una máscara que revela, precisamente, la carencia que intenta tapar
sólo alguien con una personalidad débil, alguien con un gran enemigo interior capaz de dañarse a sí mismo, invierte todas sus energías en perfeccionar su careta, en fabricar un envoltorio agradable con el que conquistar a otras personas para sentir el deseo, la atracción y el amor que por sí mismo no es capaz de desarrollar
el futuro del ser humano, la nueva era que se abre ante nosotros requiere de una vivencia con el corazón, no con la cabeza. es momento de pensar con el corazón y sentir con el cerebro, y lo primero que debe desterrarse para esta nueva era del sentir es la falta de verdad por miedo a no ser reconocido por los demás
la máscara con la que intento ser algo más de lo que soy, para que la tribu me acepte, me considere y, si es posible, me adore
por eso, cada vez que veas a una persona que se parece más a un anuncio de perfume que a un ser humano que actúa con nobleza y sinceridad, deberías aprender a percibir lo que le falta, en lugar de maravillarte con todo eso que parece sobrarle