
⌘ desestructurando mi cárcel
de un sigilo a esta parte,
he caminado sobre lenguas de acero,
he cruzado el frío con mis venas
y he partido el ánimo en finas láminas de piel
cristal, reflejos y líneas prohibidas,
todas ellas configurando una cárcel
de ciento ochenta días,
en un mundo de ciento ochenta grados
intuyo el mismo rostro hundido,
la misma ceja ocupada,
el retrato de siempre colgando de la pantalla…
… el teléfono gritando en tonos kármicos
desesperado, mi pelo roza tus vestidos
y el alma despunta en días contados
encuentro mi salvación en unas hojas de papel,
en un ocaso de metal,
en un rincón sin calendario,
en un justo ying yang que quema mis manos
la vida, por fin en equilibrio:
motas de turbiedad alimentando a flores de loto
carlos burgos, 30 de junio de 2010