
⌘ arrabales
granada, 20 de febrero de 2009
con lorca y montero
a esa nube sigo
en un arranque de sudor violento,
aun la sien fresca pide la hora a mi deseo
gracias halladas, pero desprovistas,
que han robado peso a la línea
que dibuja piedras con ahínco
y en el arrabal, la nube;
y tambores ciegos
sonando en los ojos de un perro
y más allá la ignorancia
de quienes se detuvieron en ángulo,
minando sus torpes delirios
con llanto enlatado y cal que mira al cielo
la nube
la nube ya no silba sus deseos,
ni la escalera lo conjuga,
ni el viento así lo escoge
es la filigrana del charco horizontal
que solo el musgo calma,
es el rubor de la brújula perdida,
que otros ojos no habrá para aliviarla
es la misma muerte del calor
que brota de una piedra en un recodo,
es el óxido solitario
que escribe poesía en el arrabal
¡no quería que pasara tanto tiempo!
¡tanto tiempo!
hermanos acuchillados
aún hacen las paces,
y desahogan sus gritos bailando
en una fracción de cuerda de guitarra
una pared se apresura
en pasar el testigo de la nube,
y es áspera la voz tan cerca del río;
tanto como esa negra palmada
y más allá la imagen flotando,
dos, quizás tres manos…
… metal inerte con las vísceras llenas de ruido,
la nube dibujará su vuelta
voces que anestesian al viento y al puente
en caminos de chocolates de colores,
clavándose en ellos las sillas
que hierven las ansiedades
apenas se distinguen sus pinturas
de ecuaciones olvidadas;
todas lloran por la ingravidez
de los paisajes tan llenos de huesos
arrabales y nubes de brazos cruzados,
jamás bajarán de su castillo,
ni pasearán sus esfinges soliloquias
por los pilares nunca muertos
en las miradas
arco de luz que carga el agua del sesgo,
encarcelada sin el placer de las salivas
que viven acomodadas
en delicados sueños de repostería
son cristales opacos, de ciegas sombras,
y pesados relojes
caminos de zanjas y ruidos polvorientos,
nubes que desandan olvidos
con sus puntas desvanecidas,
y esquinas recordadas se acercan,
nunca trémulas ni ahogadas
por la voz de un loco
puertas. peines. pupilas que bailan diagonales
nubes en el arrabal,
ahora se dejan caer de los lomos del caballo
ahora son los dientes desgastados
y un verde atropellado,
los que me posan para escribir
lo perseguido por el aire
carlos burgos, 20 de febrero de 2010